...un
hombre sin estudios es un ser incompleto. La instrucción es la felicidad de la
vida; y el ignorante, que siempre está próximo a revolverse en el lodo de la
corrupción, se precipita luego infaliblemente en las tinieblas de la
servidumbre. [1]
La
Educación, expone, confiando con optimismo en la esencia del hombre y
convencido de que un desenvolvimiento libre de las disposiciones naturales ha
de conducir al objetivo justo[2]
En la obra del maestro, Simón Rodríguez, aparecen ideas que retomaría su alumno en la
lucha por la independencia de América, no sólo como el Libertador sino como
educador y transformador social que lo convirtió en un hombre continental:
Los
gobiernos deben ver en la primera escuela el fundamento del saber y la palanca
del primer género con que han de levantar los pueblos el grado de civilización
que pide el siglo. El interés general está clamando por una reforma de la
instrucción pública; la América no debe imitar servilmente, sino ser original.
Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen, y tendrán quien haga. La guerra de
independencia no ha tocado a su fin[3].
Precisamente, acerca de la instrucción y educación,
Bolívar reafirmaría:
Las
naciones marchan hacia el término de su grandeza con el mismo paso con que
camina la educación. Constituyen el
principio más seguro de la felicidad general y la más sólida base de la
libertad de los pueblos.[4]
Conocía las limitaciones y pobrezas del método
tradicional de enseñanza y criticaba los maestros que no se distinguieran por
su educación, pureza de costumbres y naturalidad de sus modales, para él un
maestro debía ser alguien en quien se encuentre mucho que imitar y
poco que corregir”.
Criticaba los métodos reproductivos y memorísticos; en
las instrucciones dadas para la Educación de su sobrino Fernando afirmaba:
La
memoria demasiado pronta, siempre es una facultad brillante; pero redunda en
detrimento de la comprensión (…) debe enseñársele aquellas cosas que lo obliguen a meditar (…);
tanto la memoria como el cálculo, están sujetos a fortalecerse por el ejercicio[5].
La educación era
condición indispensable para ejercer los derechos políticos, por eso en el discurso de Angostura recalcaba: Saber y honradez, no dinero, es lo que
requiere el ejercicio del poder público”. Afirmaba que el Estado debía conceder
atención a la educación del pueblo porque del grado de su desarrollo dependen
la dicha y la prosperidad de la nación, por eso agregaba:
El
primer deber del gobierno es educar al pueblo.[6]
Vinculaba los problemas de la educación a las tareas de formación
humanitaria de la nueva generación, fiel a los ideales de los luchadores por la independencia.
En fomentar y
organizar la obra de la educación, puso el Libertador todo su empeño. En pleno
fragor de la contienda, acosado por las urgencias de la guerra y su dirección,
encuentra siempre el momento oportuno para dedicar sus energías a esta tarea,
fundó escuelas, dictó importantes decretos relativos a la educación del pueblo
y vinculaba la educación y su significado
con la liberación de Nuestra América. Su actitud hacia este problema se expresa
en: La esclavitud es la hija de las
tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción
(…) [7]
Se expresó sobre las leyes llamadas a corregir la
injusticia de la naturaleza, ya que (…) colocan
al individuo en la sociedad para que la educación, la industria, las artes, los
servicios, las virtudes le den una igualdad ficticia propiamente llamada
política y social.[8]
En su opinión la sociedad debía asegurar a cada individuo
la oportunidad de obtener educación, dedicarse a un oficio o arte, y el derecho
al trabajo para colocar a todos los ciudadanos en una posición igual y
garantizar en la práctica la igualdad de derechos. Cualquier tarea requiere
determinados conocimientos y la mayoría de los latinoamericanos no los tenían,
ni siquiera conocían el arte de leer y escribir, Bolívar consideraba que la
instrucción no sólo ayudaba a comprender la injusticia, sino que era medio para
acabar con ella. En sus intervenciones el Libertador reiteraba que la
instrucción y el trabajo, pueden garantizar a todos los individuos las mismas
oportunidades para obtener los mismos derechos.
En la educación
republicana corresponde al
gobierno democrático de la República emprender la educación del pueblo que
administra y dirige. La posesión de los
medios que el pueblo ha puesto en sus manos obliga a hacer uso de ellos en
beneficio de su propio pueblo.
En sus reflexiones el Libertador reiteraba que el
gobierno debe instruir al pueblo para que este sepa, racional y efectivamente,
lo que dispone, para qué lo dispone y para quien; señalaba que la educación era
aplicativa porque forma voluntades para que el querer del gobierno sea el
querer del pueblo, para que las acciones populares se expresen en manifestaciones
gubernativas, es decir, la educación forma voluntades. En este sentido el
pueblo se da a su gobierno y lo mantiene, así como el gobierno es del pueblo y
para el pueblo y la autoridad del gobierno es el poder del pueblo. En
conclusión es por la educación social que el pueblo republicano recupera y
ejerce su poder.
Por su experiencia propia en la educación recibida
destaca el papel de los sentimientos en la labor educacional, según la
cual la educación sentimental lleva
necesariamente a una conciencia social,
con la educación popular además de dejar de ser ignorante, cada uno
siente dentro de sí que el otro sufre como uno y viceversa.
La posición ética social del Libertador se manifiesta en
la consagración a los cambios sociales, en la eliminación de todas formas de
discriminación, el establecimiento de las indispensables garantías sociales:
paz, trabajo e igualdad de derechos. Se destacan valores tales como
justicia, lealtad, clemencia, fidelidad,
entre otros.
La justicia, considerada como una virtud que le concede a
cada uno lo que le corresponde por derecho, representaba también para Bolívar
el compromiso de luchar por su defensa.
Para Bolívar, el ejercicio de la justicia es el ejercicio
de la libertad; concibe la justicia como la reina de las virtudes republicanas,
lo cual confirma que fue un hombre de derecho, tanto como hombre de lucha.
En
el discurso de Bogotá, en enero de 1815, descubre toda su ética social, al
plantear:
(…) la
sabiduría, el valor y la templanza producen en el alma un orden y una armonía
en sus funciones, que Platón llama justicia interior. La justicia exterior es
solo la realización de un orden análogo en la sociedad. El hombre más
justo en sí mismo es también el más
justo en sus relaciones con los demás. La justicia lleva en sí la beneficencia.
Hay que hacer bien a todos los hombres; no hay que hacer daño a nadie. No se
debe volver injusticia por injusticia. La justicia es la reina de las virtudes
republicanas y con ellas se sostiene la igualdad y la libertad
Bolívar
considera la justicia como la virtud esencial republicana, la justicia es para
él, el establecimiento de un nuevo orden que tiene por base el reconocimiento
de la igualdad de derechos de todos los seres humanos, la oportunidad y la
condición externa para una buena vida, considera además que debe ir unida a la
fuerza, porque sin la fuerza la justicia es impotente y desobedecida, ya que
siempre hay malvados; y la fuerza sin la justicia es tiránica; planteaba
que se debían articular para que lo
justo sea fuerte y lo fuerte sea justo. Según señala Juan de Andrade; Bolívar logra en América la trilogía
roussoniana: LA IGUALDAD, LA LIBERTAD Y
LA FRATERNIDAD, porque siempre
mantuvo unidas la justicia y la fuerza,
a la que añadió la seguridad social que la garantía y protección que la
sociedad concede a cada uno de sus miembros para la conservación de su persona,
derechos y propiedades. Decía que son derechos del hombre la libertad, la seguridad, la propiedad y la
igualdad .La felicidad general que es el objeto de la sociedad, consiste en el
perfecto goce de estos derechos[9].
Para
lograr estos objetivos concedió vital importancia a la necesidad de establecer
en América un poder fuerte, capaz de garantizar la estabilidad social, hacer
efectiva la igualdad de las razas y trabajar para hacer desaparecer las enormes
deficiencias heredadas de los años de dominio colonial español.
Al tiempo que
responsabilizaba al Estado con el bienestar de la sociedad, también
responsabilizó al individuo ante la sociedad .En nuestra opinión esto perseguía
dos objetivos bien delimitados: Por un lado constituía una garantía para que
reinara la justicia mientras por otro
evitaba la consecución de males sociales. Es deber de todo ciudadano-apuntó el Libertador-vigilar sobre la
legítima inversión de la renta pública en beneficio de la sociedad[10].
Hay que destacar que Simón Bolívar no limitó su accionar sobre la forma en que los demás
debían de obrar. Fue él una viva manifestación de desprendimiento y desinterés.
Como jefe del Ejército le fueron asignadas en diferentes oportunidades y por
los diferentes Congresos de las Repúblicas liberadas mensualidades a las que renunció.
Tuvo que transcurrir más de medio siglo y sólo la
revolución triunfante en Cuba, inició el camino de las tan necesarias profundas
transformaciones sociales vinculando el concepto de justicia social al de
dignidad y a la concepción de una sociedad que excluye la explotación social e
individual.
En cartas y Documentos de distintos años de su vida el
Libertador va legando a la posteridad su postura ética en la sociedad, sus
deberes y compromisos; que van madurando a lo largo de toda su vida; siendo el
aspecto moral y la educación ciudadana de alta prioridad y una preocupación
constante en el sostenimiento de la causa liberadora y del individuo mismo.
La sociedad y sus resultados no son él producto mecánico
de fuerzas físicas que se mueven de un modo predeterminado. Al contrario, para
Bolívar el hombre es un sujeto activo donde la fuerza moral y la capacidad
intelectual son decisivas, lo mismo en el plano artístico, científico, como en
el político. Esa convicción sobre las potencialidades de la actividad humana
donde el componente subjetivo es indispensable le hace otorgar a la subjetividad una fuerza extraordinaria,
pues la sitúa en la exclusiva actividad humana la esperanza potencial de toda
liberación.
La libertad para
él es consustancial al hombre por naturaleza propia, la concibe como un
producto complejo elaborado a partir de componentes naturales y sociales, entre
los cuales se destaca la sabiduría y la
gestión humana como insustituibles intermediarios en su consecución. En
consecuencia el Libertador estaba convencido de que si el pueblo no se
preparaba a través de la educación y el cultivo del saber en todas sus
dimensiones, no podrían disfrutar jamás
del poder de la libertad.
Cuando Bolívar luchaba por realizar ideas que para muchos
contemporáneos eran absolutamente utópicas, como la eliminación de la
esclavitud, o la dignificación de los pueblos indígenas, no lo hacía inspirado
en el humanismo abstracto, sino en las conquistas más altas del pensamiento de la ilustración sobre la
igualdad y la libertad humana, que tenia en Rousseau, uno de sus mayores
exponentes.
Su confianza en el
hombre y su capacidad autoperfectible se revela
a través de sus criterios sobre el papel del pueblo como gestor de sus
propios destinos y en la función de la violencia revolucionaria como partera de
la historia, que tiene como fin último enfrentar la violencia reaccionaria la cual históricamente
se encaminó a doblegar a los pueblos e infundirles la falsa creencia de su
incapacidad para transformar sus circunstancias sociales.
En esa confianza
se revela la visión optimista de que el pueblo es el sujeto principal de su
propia liberación y de su propio futuro,
lo que muestra la esencia del humanismo bolivariano como concepción
latinoamericana renovadora en esa época histórica, posición ética
característica del bolivarianismo como ideología netamente latinoamericana
llegada a la posteridad.
[2]
Juan Jacobo Rousseau. En Bolívar. Indalecio Liévano Aguirre. Biografía. Tomo I.
Biblioteca familiar. Pág.10.
[3] El pensamiento educador
de Simón Rodríguez. Alfonso Rumazo González. En Simón Rodríguez. Selección de
documentos. Biblioteca familiar.Pág.77
[4] . Juan Jacobo Rousseau. En Bolívar. Indalecio Liévano Aguirre. Biografía. Tomo I.
Biblioteca familiar. Pág.10.
[5] Instrucciones dadas por el Libertador para la
educación de su sobrino Fernando Bolívar. (escritos posiblemente en 1821
Itinerario documental de Simón Bolívar. Cátedra bolivariana. Editorial Omor.
Libros educativos.c.a.
[6] Discurso ante el Congreso de Angostura. S.
Bolívar. Obras Tomo V. Ediciones
Tiempo Presente. ECOC. 1947
[10] Toro Abraham. Bolívar: Ejemplo permanente de Desprendimiento,
Honestidad, Desinterés y Ética Pública. Universidad de
Carabobo. Cátedra Ideario Bolivariano. Material Mimeografiado.
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